El tamaño de las cosas, de los animales, de los hombres, no ha sido siempre igual. Hay miles de formas gigantescas que nos recuerdan formas actuales de cosas, animales, personas, que hablan de un tiempo pretérito donde había mucho más espacio que ahora, la Tierra estabe menos poblada y los seres vivos tenían dimensiones superiores. La ciencia ortodoxa no aborda esta cuestión abiertamente, en las facultades de Historia no se imparte más que ciencia ortodoxa, es decir, la generalmente admitida, sin cuestionarse más. Arrancamos en el estudio de la Historia en la Facultad de Geografía e Historia desde que el hombre fue capaz de expresarse y de hacer útiles para su uso y defensa, pero no se abre la posibilidad a estudiar miles de hallazgos arqueológicos y en plena naturaleza que nos dicen que antes que nosotros estuvieron otros.
Quizás el pasaje bíblico de David y el gigante Goliat indique que, efectivamente, existieron gigantes en la Tierra; y que, además, convivieron con las razas que han sido estudiadas por la ciencia.
Existen hasta fotografías de gigantes, pero la ciencia los ha considerado como una anomalía, como una patología, como una enfermedad: el gigantismo.
Existen muestras patentes, la naturaleza es caprichosa en sus formas, a veces, pero en otras ocasiones la naturaleza nos habla indicándonos que hay mucho más de lo que generalmente se admite.
La fotografía que se presenta es la imagen de la cabeza de un reptil o de una tortuga gigantesca, que vivió hace miles de años, está petrificada. No hay lugar a dudas de que existiera alguna vez, tiene boca, orificios nasales, ojos, la cabeza está perfectamente conservada y es perceptible a simple vista, incluso conserva resto de la expresión del animal.